En 1978 Roberts ganó el Mundial de 500, y desaparecieron de escena Hennen (tres meses en coma tras una terrible caída en el Tourist Trophy) y Baker, retirado tras una discreta temporada ‘78. Pero Roberts no se quedó solo. En 1979 le acompañaron dos nuevos talentos yanquis: Mike Baldwin, campeón de la F-1 norteamericana, y un jovencito (19 años) pecoso y bromista llamado Randy Mamola, que no pasó desapercibido en el «paddock», con sus rizos, su gorra calada, y una camiseta de Mickey Mouse que usaba con cierta frecuencia.
Comienzos en 250
Mamola empezó corriendo en 250 con una Bimota con motor Yamaha TZ 250, y no tardó en hacerse notar con su estilo agresivo, muy descolgado, arrastrando muchísimo la rodilla por el asfalto. En aquellos tiempos, cuando todavía no se había desarrollado las deslizaderas que ahora conocemos, los pilotos gastaban metros y metros de cinta americana para protegerse las rodillas, y Randy debía ser uno de los pilotos que más necesita reponer existencias. Su paso por 250 coincidió con el dominio de Kork Ballington y la Kawasaki KR, pero Randy se hizo notar, y consiguió varios podios que le valieron la cuarta posición final de la temporada, un resultado más que notable para un piloto novato, que desconocía los circuitos, aunque estaba bastante familiarizado con la moto y la categoría, puesto que llegaba de ganar el campeonato AMA de 250.
Pero no fue por su brillante andadura en 250 por lo que destacó Mamola. Cuando Baldwin se lesionó, Serge Zago, patrón de la Escuderia Adriatica, no dudó en poner a Mamola a los mandos de la Suzuki RG 500 privada de Baldwin, y en su debut, en Suecia, fue sexto, y en la siguiente carrera, Finlandia, en una complicada jornada marcada por la lluvia, Mamola fue segundo por detrás de Boet Van Dulmen. En Silverstone no pudo terminar, pero en Le Mans, el último Gran Premio del año, el californiano fue segundo en 250 y 500, donde secundó a Barry Sheene, en la última victoria del británico con Suzuki. Aquel podio marcó el relevo en el Team Suzuki Texaco Heron. El joven Mamola, a punto de cumplir 20 años, terminó siendo el sustituto del mítico Sheene, y con esa edad se convirtió en la referencia de la marca, por delante de otros mucho más experimentados que él, como Lucchinelli, Uncini, Rossi o Hartog, por hablar de los mejores hombres de Suzuki.
El duelo con Roberts
El Mundial de 1980 fue una campaña complicada. Durante el invierno el ruido de sables de las World Series, el campeonato paralelo promovido por Kenny Roberts que finalmente no recibió el apoyo de los fabricantes, dejó enrarecido el ambiente, y posteriormente la suspensión de las dos primeras carreras, Venezuela (problemas económicos) y Austria (una tardía nevada dejó impracticable Salzburgring), además de la posterior anulación de Suecia (por motivos similares a los de Venezuela), dejó reducido el calendario de 500 a sólo ocho carreras.
Roberts ganó las tres primeras encarrilando fácilmente el campeonato, mientras que Mamola logró algún podio, y conseguiría su primera victoria en el Mundial en Zolder (Bélgica), el sexto Gran Premio del año. Recuerdo que alguien escribió algo así como «Mamola corre como si no existiera el mañana», haciendo alusión a su agresividad. El joven Randy marcaba con su estilo un cambio de época: las limpias trazadas del clásico estilo europeo dejaban paso al más práctico y directo pilotaje norteamericano.
En Silverstone, la penúltima cita, Mamola sumó otro triunfo, llegando a la última, Nürburgring, carrera sobre la que pesaba la amenaza de un plante por motivos de seguridad -que Roberts no hizo efectiva porque no tenía asegurado título-, pero al final la carrera se desarrolló, Roberts se limitó a controlar a Mamola, y consiguió su tercer título consecutivo, y Randy su primer subcampeonato.
Al año siguiente la situación parecía inmejorable: Randy ganó la primera carrera, Austria, y fue segundo en Alemania tras Roberts, manteniendo el liderato, pero se retiró en Italia; Roberts ganó y se puso primero, pero en la siguiente, Francia, sólo fue quinto y Randy recuperó el liderato gracias a una segunda posición. Para entonces, Lucchinelli se había convertido en el tercer hombre del campeonato.
Su victoria en Paul Ricard y su regularidad hizo que recortara la diferencia sobre Mamola, y aunque Randy ganó en Yugoslavia, la siguiente cita, Holanda, marcó el devenir del campeonato. En una jornada condicionada por la lluvia, Lucchinelli ganó con una superioridad aplastante, las Yamaha oficiales de Roberts y Sheene no arrancaron, y Mamola se cayó. El italiano entró en racha, ganó cuatro de las siguientes cinco carreras, y en la que cerraba el campeonato, Suecia, se limitó a asegurar la posición para hacerse con el título. Mamola volvió a ser subcampeón.
De Suzuki a…
Las oportunidades de la Suzuki se iban acabando. En 1982 Yamaha ya había comenzado a trabajar en su nueva V-4, Honda regresaba de forma oficial tras 15 años retirada del Mundial con la sorprendente V-3 y el no menos sorprendente Freddie Spencer. Mamola siguió con Suzuki Heron, con el ya arcaico motor cuatro en cuadro, y en un año marcado por los problemas no pasó de la sexta posición final, logrando una postrera victoria en la última carrera, Alemania. Sin embargo, el campeón fue Franco Uncini, con una Suzuki como la de Randy. No fue un año fácil, ni tampoco el siguiente, cuando la Suzuki ya no tenía la más mínima opción frente a la Honda y la Yamaha. Fue el único piloto que se subió al podio sin llevar una de estas motos, y su regularidad (cinco podios), le valieron la tercera posición, por delante del debutante Eddie Lawson.
Se imponía un cambio de rumbo, pero, ¿hacia dónde ir? Cuando quiso darse cuenta, Randy estaba prácticamente sin equipo, y se perdió las dos primeras carreras del año, Sudáfrica e Italia. Se decía que se tomaba un año sabático para estudiar literatura en la universidad… Pero el caso es que Mamola entró en acción en el Jarama sobre una Honda NS 500, y fue segundo. Eran momentos difíciles para Honda, que asistía al comienzo del primer «annus horribilis» de Spencer. El campeón sufrió una terrible caída en Kyalami al romper una llanta de la NSR 500, y después sufrió otra más en Donington durante el Trofeo Transatlántico, así que no fue al Jarama, ni tampoco Wayne Gardner, un nuevo talento en ciernes. Así que Mamola, al recibir otra vez una moto competitiva, sacó a relucir su calidad.Ganó en Assen, Silverstone y Mugello, y sólo se quedó fuera del podio en una de las 10 carreras. ¿El resultado?: subcampeón, otra vez.
Los dos años siguientes tampoco fueron completamente satisfactorios. La regularidad de 1984 la perdió por completo en 1985 (una victoria y dos podios más), y en 1986 respondió a la llamada de Kenny Roberts, que acababa de crear su propio equipo tras una breve y poco satisfactoria experiencia con una escudería de 250 en 1984. Roberts reclutó a los dos compatriotas de sus primeros tiempos, Mamola y Baldwin, y juntos defendieron los colores de Lucky Strike Yamaha. En 1986 Randy fue tercero, con una solitaria victoria en Spa, pero en 1987 entró en la lucha por el título desde la primera carrera, tras una magistral victoria en Suzuka bajo la lluvia. Randy, Lawson y Gardner se enzarzaron en una pelea por el campeonato que se puso muy pronto a favor del australiano, que se mostró no sólo brillante, sino más regular, porque tanto Mamola como Lawson pincharon en alguna carrera, arruinando sus posibilidades.
Además de la victoria en Suzuka, Randy sumó los triunfos de Le Mans y Misano, pero no tuvo nada que hacer frente a las siete victorias de Gardner, que se proclamó campeón, y Randy… sí, por cuarta vez, segundo.Y de nuevo, Mamola en la encrucijada. Hasta que entró en escena Claudio Castiglioni, que a fuerza de inyectar dinero en la Cagiva 500 quería conseguir hacer su moto competitiva, una continua utopía que se mantuvo viva hasta 1994, el último y único año en el que la moto italiana disfrutó de posibilidades reales.
Su último GP con Cagiva
El caso es que Castiglioni ofreció a Mamola un contrato por tres temporadas, un jugoso acuerdo al que Randy no se pudo resistir, aceptando correr con una moto que no siempre respondió acorde con la calidad del hombre que llevaba encima. Hasta la llegada de Mamola, el mejor resultado de la Cagiva fue un cuarto puesto de Didier de Radigues, pero fue Raymond Roche quien mejor partido y más regularidad alcanzó sobre la moto, con repetidos quintos puestos a lo largo de 1987. Y sobre las primas que Castiglioni le ofrecía a Mamola se habló largo y tendido. Se llegó a decir que en caso de victoria se le premiaría con un Ferrari F-40. Seguramente nada de esto es cierto, y el origen de semejantes exageraciones hay que buscarlo en la animosa prensa italiana…
Las carreras pasaron sin resultados, y en la quinta, Imola, llegaron los primeros puntos: fue séptimo. Y de nuevo, sequía, hasta que cuatro carreras después, en Spa, bajo el agua, terminó tercero tras Gardner y Lawson, arrebatando el podio al local De Radigues por siete décimas. La celebración de Randy fue de las suyas, convertido en un auténtico payaso rodante, con cabriolas y piruetas por doquier… Entró en racha con una buena serie de resultados: cuarto en Yugoslavia, sexto en Francia, y un par de carreras más en los puntos. El resto del año a cero, y el resultado final, décimosegundo, la peor clasificación en sus 10 años en 500.
Siguió en Cagiva dos años más, dos años de malos resultados en los que lo mejor que logró fue una sexta posición. Su último Gran Premio lo disputó en Australia, en 1990. Y decidió dejar de correr. Un año en el dique seco fue demasiado para él, así que una vez terminada la temporada 1991, cuando Roberts le ofreció ponerse a los mandos de las YZR 500 que había empleado Doug Chandler ese año, en una segunda estructura puesta a disposición del piloto de Salinas por «King» Kenny, Mamola no supo decir que no. Y demostró que el que tuvo, retuvo. Se reencontró con sus viejos compañeros de generación y se manejó bien ante la nueva hornada, y hasta pisó el podio por última vez (el 54º de su carrera), en Hungría, el mismo día que Cagiva, con Lawson a los mandos, lograba su primera victoria.
Y así, tras el Gran Premio de Sudáfrica, en Kyalami, Mamola se retiró. Dejó las carreras, pero nunca se ha apeado de la moto. De hecho, sigue en buena forma. Roberts siguió contando con su buen hacer como colaborador en determinados momentos, como cuando puso en pista la Modenas KR3, y se ha prodigado en su faceta de comentarista y analista
Es un activo colaborador de Riders for Health, además lo vemos en cada Gran Premio a bordo de la moto biplaza, y a pesar de sus idas y venidas de un lado al otro del mundo aún saca tiempo echando un cable a Dakota, su hijo mayor, que está dando sus primeros pasos en la competición.
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